Mi libertad yo te ofrezco,
seas capitán o teniente.
Tu mundo no guiará más,
el rumbo de mi velero
ni navegaras mi aguas.
A tu mando dirigiste
la calma de mi corriente,
convertidas en tormentas
de empuje, tempestad, fuerza.
Mas, las tormentas aminoran.
Éste navío buscó calma
dentro de su mar profundo.
En caracolas de versos,
en el abrazo del viento,
en los besos de la brisa,
en los cantos de sirenas,
que ofrecieron su amores
y calmaron mis tristezas.
Nubes grises y nostagia
la abrazaron;
fuertes tormentas azotaron.
Mas, mar sabio, benévolo
supo secar tempestades.
El gaznar de la gaviota,
la calma de los mares,
trajo paz a éste navío
que ahora navega en calma.
Aún, sin capitán en mando
para guiarle en siete mares.