Es la madrugada.
Alrededor, mixtura de aires.
Tus ojos recuerdan viejos textos de sabiduría.
No recuerdo haber amado así.
Me acerco y sopla el viento
un arcano suave.
Mi voz queda rezagada frente a tu cuerpo
que está quieto
y espera.
Afuera, los poseedores del dolor murmuran letanías.
Vagos milagros en toneles de vidrio
esperan la palidez que adquieren los enfermos a su muerte.
No recuerdo haber amado así.
Desnudo palabras atadas a tu cuello,
aquella que no dijiste;
cavo trincheras en mi cuerpo
y
brota una alianza entre el vértigo y tu nombre
cuando, solitario, te siento partir.
Ahora iré en busca de apóstoles
que den al corazón razones
de mi yo
deshabitado y sin anuncios.
Camina corazón antiguo,
la belleza del sol ya es opaca,
y hay que atravesar aún el muro de peces
que saludan y se van.
Guillermo C.
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