La muerte pintaba con acuarelas la agonía del ocaso,
ella bailaba descalza en los laberintos de un sueño.
Los espejos se convirtieron en bocas llenas de agujeros negros,
y su risa la luz que dibujó la luna en mi ventana.
Las nubes dormían en sus mejillas,
el otoño con sus hojas anidaba su infancia.
Sus besos rodaron bajo las sábanas,
y un mordisco enredó dos miradas.
Su timidez soñaba a escondidas,
sus comisuras eran dos hamacas para pasar la vida.
Pedro Fassi