Ojos,
piernas,
no te conozco
y sin embargo
te respiro:
hálito,
suspiro…
dime:
¿por qué vagas en mi mente?
Como una rosa
o una moneda,
giras tal vez
como la mismísima palabra nilo,
detrás de todo y todos
te haces lluvia,
revelación,
apareces
desnuda de tiempo,
río fiel,
significas
con cada letra,
cada paso, cada verso,
cada flor y espina,
en cada palabra
o con la desgracia del olvido.
En el severo
eres mi verso entre mil versos
eres mi voz,
mi sueño,
te repito de memoria
y quedas atrapada
en mi pálida madrugada:
mi garganta.
Abro los ojos,
los cierro
y parpadeo tu nombre
casi lo poco que tengo,
muy poco,
o tan mucho,
casi todo,
solo
ojos,
piernas,
nubes,
el aire fresco:
el deseo.
Convoco a la dicha
y te desvanece
gris
sobre el algodón y sus rayas,
te hace efímera,
solo recuerdo.
Entonces por las escaleras
subo nuevamente
tu cuerpo,
espléndido
y ya cansado de no ser,
la tenue luz se inclina
y te dibuja sombra
y yo nunca seré feliz
porque mi felicidad
se siembra
crece y florece
se siente en las huellas,
se acaricia en la guitarra,
en cada esquina,
en las mejillas,
en cada bosque,
en cada nieve,
bajo otros cielos
otras luces,
otra madera,
otra hoja y otros humos,
Soy de otro paisaje
y tú eres de mi horizonte,
línea en mi canto,
te haces nostalgia,
pasado triste,
brazos en cruz
tú no eres así
tú eres mágica, secreta,
y esta puerta,
esta llave
me lleva al abismo
que nos separa siempre.
Piernas,
ojos,
ese es el camino
del universo de tu vientre.
Estos pequeños guerreros
mudos y ciegos
avanzan,
me llevan sigilosamente,
crecen en mis ojos
como gotas
y en mi mente
como pequeñas hormigas,
negros símbolos
me muestran tu cuerpo
una vez más,
siempre,
solo como en un espejo
te imaginan
solamente reflejo
y mis días y tus signos
se desgarran en otoños
tardíos
se deshojan piel
y tu boca me nombra
una y mil veces me nombra
tus labios me muerden,
tu carne, tu esqueleto,
tu tristeza me rodea,
me inquietas
y yo te respiro
y digo y maldigo
te tacho o te borro
me quito los lentes
y ya no eres.