Habrá que quemar la noche
para no perderse a obscuras.
Huir de los que viven
de los desguaces ajenos.
Tragar saliba, cual gasolina,
para no temer la huida.
Ayunar rencor
y expulsar toxinas de mediocridad.
Contemplar el arco iris,
tras la tormenta.
Soñar despierto,
saltándose algún reglamento.
Acumular instantes dichosos
en la alacena del tiempo.
No ahorrarse besos ni caricias.
Fabricar burbujas de ilusión,
a la orilla, junto a las ranas.
Desechar las crónicas de muertos.
No correr para alcanzar la salida.
Salir ileso de los controles de cada día.
Amortizar deudas de la existencia,
sin contrato ni intereses.
Hablar con el corazón es lo que importa,
sin agobios por el bilingüismo.
Abonar la tierra con cenizas de miedo.
Respirar alegría entre espinos.
Repetir la misma canción varias veces,
como un niño.
No deslumbrar con el camino.
Ayudar a la reina a escapar
del castillo de la desesperación.
Recoger la bendición
de las ermitas del camino.
Dormir en una caravana,
a la sombra del cielo.