La esperé al lado de la fuente,
ya era de noche como las nueve.
Cuando aparece toda relumbrante
como la luna, como la fuerza;
con una minifalda de color negro;
entonces, no importó la espera.
Los faroles dibujan su figura,
llega y la agarro de su cintura.
Mi enojo se apacigua. Hay calma.
Nos besamos apasionadamente,
a la vez acaricié su espalda,
bajo acariciando hasta sus nalgas,
las apreté y se acaba la calma.
Y no dejaba la costumbre
que al besarnos toca fuerte
mi caramelo, tan fuerte
como arrancarlo quisieras,
en eso eres una experta.
Mire mi reloj y ya eran las doce,
el tiempo pasa rápido en el goce.
¡Ay, que hermoso! es ese escote,
dejan ver dos verdes manzanas,
que el dulce de sus jugos
me los quiero saborear y comer
es un deseo que me gusta más.
Le descubro una manzana,
que pretendí arrancar de su pecho
cuando la metí toda en mi boca,
como sediento, intenté a la fuerza
sacar leche... como un loco...
desesperado lo intenté otra vez.
Desnudo su otra manzana,
al aire quedaron expuestas,
gustosas y tan provocativas
que son mi debilidad.
Las roce con mi lengua,
una y otra vez con más ganas,
en esa ruta me dí cuenta
que encienden su sensibilidad,
son su debilidad.
Entonces, son mi felicidad,
que encendieron mi deseo,
Sensaciones espléndidas
que al chupar siempre tengo,
Sus pechos... mis anhelos.
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Autor: Millondurango
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