Se aleja el amor pérdido
entre las sombras inmensas,
se le percibe en el viento
rumbo a la plétora etérea.
Una palabra pronuncia
el horizonte sin tiempo
que lo escolta hasta la sima
donde no se escucha el eco
de aquella noche voraz
en la que murió mi sueño.
Queda tirado en la acera,
marchito por el veneno,
algún recuerdo tardío
que diluye el aguacero
empañado por las sombras
del infame desafecto.
Mis letras buscan la tarde
cuando de ganas me inquieto;
la luz de la medianoche
ennegrece mi reflejo
pues la voz que dijo adiós
no pensó en un hasta luego.
Patricio Gonzaga