Llegué hasta tu corazón, lo besé y salí corriendo,
pues las llamas de tu infierno,
quemaban con tu esplendor.
Levanté muros de hielo y las montañas del norte,
cubrían ese horizonte por el que un soplo de besos,
me traía el viento seco,
en largas puestas de sol.
Aún conservo los latidos,
los acordes y las notas de tu canción a la sombra,
bajo aquel almendro en flor.
Guardo como tesoro tus versos, en un rincón inconfeso,
donde solo mis siléncios, a veces tienen acceso,
al recuerdo de tu amor.
Y un suspiro se le escapa a un alma que va muriendo,
dejando pasar el tiempo,
alimentando recuerdos,
pues todavía tu infierno quema en mis días sin sol.
Azura Luna.