¡Camina, hija, camina!
El orgullo de mi parto,
frunce el ceño de mi pecho
a cada paso de tus pasos.
Yo no seguiré tu huella,
yo seré tu zapato;
la firme pisada de hierro
que te aleja de mi lucha
y te acerca más un tramo.
Es como la espina en el ojo
y la vista sana en el sano.
“No es que por ella yo sienta
no
es que por ella
yo llago.”
¡Camina, hija, camina!
Toda una vida perfecta,
toda una vida en tus manos,
para librarte del yugo
de los triunfos y fracasos.
Tu barbilla en ángulo recto
con el camino trazado,
con la espalda cubierta
por este gran escándalo,
del amor hecho en las sienes
y la vida en mis ovarios.
En tan sólo un suspiro
en algo más de veinte años.
“No es que por ella yo muera
no
es que por ella
yo mato.”