Sucumbe la tarde
en un silencio de olas rasgadas
por el invierno
Nada se salva... ni siquiera la brisa desnuda del horizonte
que se aleja en busca
de otro crepúsculo
Ni los espejos
que mienten y retratan el olvido,
cuando todo es posible
y nada es seguro
Ni el ego que se vuelve vicio fehaciente de un teatro Kabuki
repleto de máscaras ocultas
Ni cuando se vive de espaldas al fuego eterno en un agrietado torbellino
de desesperados intentos
Ni las manos asidas al estío
en busca de utopías
cual flechas erradas en el abismo
que provoca la muerte
de un cisne negro.
Franky De Varona
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