Yo te di mi corazón
sin temor ni miramientos
te sentía entre mis brazos
toda llena de embelesos.
En tus radiantes miradas
miraba yo dos luceros
que irradiaban tanta luz
como dos chispas de fuego.
Tus manos suaves y tiernas
eran dos alas al viento
que mi cuerpo recorrían
todas llenas de deseos,
me extasiabas tanto, tanto,
que me sentía en el cielo.
Me postraba ante tu altar
como el mas humilde siervo
esperando bendición
en tus embriagantes besos.
Tal como si fuera ayer
muy claramente me acuerdo
que me ofrendabas tus labios
donde nadaba el ensueño
de aquella hermosa pasión
que fue el regalo mas bello
que haya tenido en mi vida
porque fue dulce consuelo
que alejaría mis penas
y llenaría de ensueños.
Pero el tiempo y la distancia
con el amor no se llevan
y cual verano inclemente
que las hojas pone secas
se volvió feroz verdugo
con nuestra ilusión tan plena
y se nos fue marchitando
como la rosa que espera
que pronto llegue el invierno
pues sus corolas anega
con sus brisas tropicales
que en sus estambres se queda
y los llena de colores
que dan vida a la floresta.
Aunque el alma se resiste
a pensar que ya no vuelvas
al mirar tu lejanía
tengo que hacerme a la idea
que nuestro amor se apagó
como una debil candela
que no soporto corrientes
de los vientos en la estepa,
y que debo comprender
por mas el corazón duela
que ya quedó solamente
tu recuerdo que me quema
que a mi mente esta prendido
y que ya nada lo suelta!!
Autor: Aníbal Rodríguez: