Yo te presto mis alas y emprende el vuelo
donde la prisa sea tu impulso primero del escape de tus recuerdos, de tus tristezas, de tus heridas.
Donde remontes a las alturas y pretendas
huir de todo aquello que te dañe y que no puedas esconder aquellas cosas que te atan a tu pasado.
Sentirás la libertad de tu deseo.
Tal vez alejarte de lo que huyes confundida en ti misma, ignorando que el pasado une en el tiempo el presente con aquello de lo que ahora escapas.
Considera tu esfuerzo porfiando siempre entre pensamiento, voluntad y deseo.
Volarías en lo recóndito de tu dolor caprichoso y herido, sabiendo que el camino es el mismo de ida que de regreso.
Yo te presto mis alas si quieres tu libertad y olvido.
Yo te presto mis alas para que me lleves a donde me enseñes aquel camino donde no hay pena, ni dolor, ni desprecio.
Y si el camino que recorres está allanado de dolor y todo sufrimiento, si a donde vuelas está a tu favor el viento (ese mismo que te impulsa y te aleja de todo aquello de lo que estás huyendo), yo te presto mis alas para que vueles a lo más alto o a lo más lejos de lo que te aqueja.
Pero aunque vueles con mis alas prestadas y te lleven a lo alto en las montañas, sabe que el sol brilla y disipa las sombras de lo que te hiere, de lo que te daña.
Y si persistes en huir de todo ... yo te presto mis alas.