Todo ocurrió bajo un manto estrellado.
Él estaba allí casi tocando mis labios, con su sonrisa a flor de piel. Y juro que lo ame.
Cuando toco mis manos por primera vez mis ojos brillaron a los suyos, el corazón se detuvo en ese instante y lo supe él era el amor de mi vida.
Eran muchas las emociones y mi corazón casi explotaba de alegría. Pero él estaba ajeno a mis sentimientos, indiferente pero sin saberlo yo lo amaba en silencio.
Tan solo era feliz con verle sonreír.
Deseaba llorar pero no podía, hablarle quería pero él me lo impedía. Deseaba su amor y en sus brazos sentir el calor.
Tan solo quería que pudiera ver a través de mi y por un momento dejarse tocar por aquel sentimiento.
Pero lo que yo no sabía era que él me amaba pero no se atrevía.
Y así los dos nos quedamos amandonos en silencio. Yo le pertenecía.
Él era mío y yo era suya. Y nuestro amor perduro por el tiempo.