Ese día irreductible,
cuyo olor aún se esparce
entre las sombras
de mi ser.
Cuyo rostro
es desterrado rumbo
al corazón
de mi mente.
Cuyas caricias
aún conservan
mis dactilares
huellas.
Sintiendo la osadía,
escampada entre el ruido solitario,
ese angustiado campanario,
que leves notas anuncia,
por la ventana de mi alma.
Lamento desamparado,
aplausos, éxitos,
silenciosos,
clavel rojo llamado angustia,
envuelve los sonetos
que mi corazón aguarda.
-AMS.