Juana de Arco, cabalgando de nuevo
esta vez, desde el cielo, viene a mi
llegando a Mendoza, desde París
pura gentileza suya, a mis ruegos.
Yo, bendiciendo su presencia elevo
mi oración para que sea feliz
quien ame de verdad a mi país
y luche por este querido suelo.
Por nuestros anhelos, como argentinos,
y por los que sufren la actual ceguera
de ignorar nuestro auténtico destino
de patria muy solidaria y Dios quiera
podamos ganarle a la corrupción
y seamos una nueva Nación.