No he tenido muchas amigas en lo que llevo de vida.
Amigos menos.
Te confieso que no se me dan bien las relaciones de amistad.
Quizá porque cuando quiero, quiero mucho.
Soy demasiado intensa en todo mi ser.
Y vivo las verdaderas amistades como pequeños amores.
Que quizá lo sean.
ELLA no era una cualquiera, ella me encantaba.
También era muy intensa.
Ella era una mujer con valor, con una mirada... ¡vaya mirada!
Penetrante y audaz, imposible esconder secretos a esos ojos felinos.
Ella era una muy importante para mí
y aunque ella había sido la mejor,
nunca la pude llamar amiga.
Lo nuestro no era amistad, era un pequeño amor.
Ella se enamoró de mí. Llegó a decírmelo.
Ya te he dicho que era muy valiente.
Pero yo no sabía que ella era un pequeño amor.
Solo pasado el tiempo, cuando desgraciadamente la vida nos llevó por distintos caminos
y perdimos el contacto casi por completo, solo entonces lo supe.
La había querido.
Y al igual que otros pequeños grandes amores, ella se había convertido en mi musa.
Pasó a ser pasado y como todo pasado amado se transformó en bellas letras.
Y así es como el amor pasa a la literatura.
Primero cae en el olvido y después,
con el tiempo, la distancia y la reflexión,
literaturizamos los recuerdos para poder sobrevivir a ellos.
Ella vive en mi recuerdo y en mis letras.
Ella vive con ellos, con otros pequeños grandes amores,
por eso ELLA es única.