Cuando se durmió en mis brazos
y el viento hizo ondular su cabello,
ella era la que inocente dormía,
yo el que soñaba despierto;
Bajo el resplandor de la luna
a Dios rogué detener el tiempo,
para seguir contemplando
el blancor de su rostro en silencio,
pero muy lentamente despertó
arrancando de mi alma los anhelos,
y se fue como ave soñadora
en busca de otros mares, de otro cielo;
Yo me quedé solo, pensativo,
con el corazón helado, medio muerto,
como el pobre que quiso y no pudo ser
el guardián de sus sueños...
Esta noche tan callada y fría,
después de mucho tiempo la presiento,
al observar el resplandor de la luna
y sentir las caricias del viento,
es por eso que a los dos con el alma
los amo, y también los aborrezco,
pues me traen esta noche solitaria
como muchas otras, su recuerdo