Vuelves a encender el día para mi,
abriendo ventanas nuevas a mis ojos,
trayendo en tu voz, horas dibujadas
para rellenar estantes y relojes.
Se llena la casa de palabras
que acarician las paredes,
y el aire toma un sabor diferente,
un sabor que resbala,
pulmones adentro,
y se va encendiendo la sangre,
despertando los rincones
más antiguos de mi pecho,
esos donde te conservo.
Llegas tranquila,
emergiendo del penúltimo poema,
anticipando el primer beso,
el auxilio del primer abrazo,
que ha de completar
la sinfonía del alba.
Me tiño del olor de tu cabello,
listo para subir al lomo del sol,
y junto a ti,
desnudar la luz de sus colores
para pintar flores distintas,
que acaricien nuestros pasos,
en este amanecer
fresco que nos regalamos.