TRISTEZA
Sentí los latigazos de acero sobre mi espalda inerme
y las dagas atravesaban una y otra vez mi humanidad sensible
mis quejidos que salían del interior profundo
ahogaban el llanto del gran sufrimiento.
¿Por qué me me azotas sin piedad? Le pregunté a la vida.
No me respondió.
En su silencio mudo, guardó el misterio
y su dureza férrea cabalgó en mis lomos.
¿y, ahora?
Ni ahora ni nunca obtendré respuesta
solo viviré a la sombra de mi pobre suerte
de mi tristeza aciaga, mi fiel compañera.
MARIO DURÁN GALLARDO