Caminar sobre musgos y adoquines
esperar la madrugada en una estación cualquiera
bajo la lluvia que besa los rieles
en el frio rocío de la noche
Respirar el aire helado de una ciudad dormida
en un tiempo de horas muertas
que no vuelven
Lo cotidiano
El verdor del campo
donde crecen los altos pinos
El silencio de las nubes
con el amor a cuesta
y su andar infinito
cerca de las tempestades
lejos del mar
en la quietud de las horas
Amores irreverentes
que han de pasar
apareando su éxtasis
bajo la luna llena
regando sus mieles
sus magnolias
en victorias del ego
El andar apresurado de la gente
la fatiga en el aire
la brisa que ciega la calma
el humo contaminante
de alguna descuidada fábrica
La muerte segura de un perro
que arraigado a su dueño
busca partir tranquilo
Un soñador que rasga
en su guitarra tonadas de otoño
bebiendo el vino en la tarde
vaciando sus despensa
El viento que no perdona
oprime
asecha
Un viejo amor que vuela lejos
sin una despedida
Lo cotidiano
La brisa
que se lleva los sueños
allende de las profecias
Una mujer que acumula noches
en esperas infinitas
en historias frecuentes
Los vicios
la gente
el parque
los niños
los enamorados
las historias
los momentos
el bosque
el mar toca la orilla
las olas
Un viejo
y su cansancio a cuesta
Una silueta que transpira
el color de las sombras
Una tarde de abril
Dos que se aman...
una herida abierta.