Ella me beso cuando mi corazón todavía crecía
volviéndome, de repente, un adulto consumado:
jamás había sentido una experiencia en mi vida
que brillara tanto como la de un sol enamorado.
No pude negarme a la adicción de sus sentidos:
cada uno era un bosque donde feliz te perdías.
El fuego que manaba de sus labios era suspiros
deseando que fuese eterna su esencia bebida.
No puedo dejar pasar un segundo sin recordar
lo que figuró para mí sentir su boca en la mía:
era como el agua de lluvia, dulce como bailar,
era lo que una eternidad volviéndose osadía.
Aún recuerdo lo maravilloso que fue ese día
cuando, siendo pequeño, la pude encontrar:
por ello, daré gracias a Dios por esta regalía
que con alegría guardaré para jamás borrar.