La olvidada por ellos, la húmeda
y crepuscular
Buenos aires. Titular de extranjeros
albergue de europeos
(¿Somos forasteros?)
que conservan corazones de
transoceánico juglar.
Pero no logró sentirme argentino
ni sentir su afán
ni sentir que soy de Boca
ni sentir que soy de River Plate
(antaño Río Jordán).
Tampoco siento el trasver
de esta época loca.
Siento a cada mujer una hermana.
Me siento de cada hombre, hermano.
Mi único interés es la cultura humana,
y ni siquiera sé qué es el humano.
Admiro el conjunto de ellos: la azul, fría
y monótona melancolía
de los rostros que olvidan este invierno.
Aquellos vientos de Buenos Aires nos parecen
susurros casi eternos
Y la luz del día: símbolo de despreciable
e inservible alegría.
Amo Buenos Aires, sentir su verano
y este invierno que acontece
mientras escribo. Pero soy humano
y olvido ser un ser de eterno
crecer que a veces hasta ser, crece
anciano. Amo ser un \"ser humano\"
que reconoce
en las huellas de sus pasos: un artesano.
Aunque siento a cada cosa girar y brillar
la crepuscular visión de esta, de mi ciudad
desaparece: mediocre esfera de crueldad;
perverso orbe al que me hundo en todo su juzgar.