El tren de ninguna parte
llegó donde se pierde el infinito,
detenido junto a un árbol,
enfrente de mi casa.
Del tren de ninguna parte
se apeó una viajera
con destino
el andén de mi vida.
Yo le pregunté su nombre
y ella…,
ella con una sonrisa me responde.
Mitad niña, mitad mujer
que no sabe ocultar
su intrínseca timidez.
Mitad silencio, mitad melancolía
en las solitarias tardes
abandonadas en una esquina...
¿Te acordarás, amiga, del primer poema
y del último adiós
perdidos contra nuestra voluntad
en aquel pequeño rincón?
Quizás yo fui para ti
aquel molesto borrón
en tu diario
difícil de ocultar.
Tal vez tú fuiste para mí
un nuevo despertar,
una nueva ilusión.
…Y ahora siento el vacío
y el cansancio de mi alma;
y gimiendo por el dolor
voy mendigando añoranzas.
De la luz a la oscuridad sólo,
amiga mía, hay un cerrar de ojos;
de la amistad a la soledad,
mucho tiempo que olvidar.
¡Qué difícil es sonreír
qué difícil es llorar
cuando conoces el amor
que una persona te puede dar!
Del tren de ninguna parte, un día
descendió una pasajera …
¿Dónde se aloja ahora?
¿Por qué te busca todo mi ser?
¿Dónde estás amiga?
¿Por qué volviste a tu tren?...
… Yo seguiré esperándote
justo aquí, en éste mi andén.