Te extraño tanto que a veces confundo el olvido con un lento paréntesis
Extraño aquella cama ancha de resbaladizos encuentros
La lluvia callada de un 6 de enero
Los eróticos juegos donde derramábamos nuestro vino
de miel y fuego
Entre los pies ceñidos de presagios
Te extraño como el oro a sus quilates dilatados
por el fuego fatuo de un recuerdo
Como la abeja que olvidó su aguijón en alguna piel
El ermitaño que se convirtió en asceta a su cueva
Te extraño porque es la moda del corazón hacerlo
y me lo piden los latidos desnudos de tus piernas
Te extraño como la cordillera
a las nieves derretidas
por el descuido de un sol
que no se resigna
a perder su luna nueva
Te extraño como las gotas de aire
a una catarata azul en la sierra
Entre los agujeros de la lluvia que no amaina en agosto
En las dosis de sexo después del cine Tower,
en el deseo de unos labios despintados por la lujuria
Te extraño por si las dudas
en la cólera de un desenfreno
En las distancias acumuladas
entre dos besos
Entre las arpas del remolino negro
de un adiós
Te extraño y no debería hacerlo
porque mientras
mis manos sangran
en las arterias de una rosa
¡ y te extraño!
tu ya tienes otro destino.