Un niño llora, el árbol suena,
fuma el anciano
soñando la muerte de las hojas.
Un escupitajo tiene dueño
cuando mira su marca
en el suelo,
una mujer
tiene marido cuando
la cama y la colcha quedan
revueltas.
En esto... escupitajo y viejo,
tabaco y suelo,
nunca han sido haiku cuerdo.
Todo ha sido un engaño o un hueco,
el otoño mata las hojas
que al caer le dan un vuelco,
el esparadrapo de su herida
es por un amor verdadero,
el escupitajo le da asco,
como la marca en el suelo,
le recuerda su dolor grabado
en su pecho,
el otoño no mata las hojas,
deja caer el esparadrapo,
pues siempre hay un espejo
disponible,
aunque sea en el suelo.