Silba tu voz helando la noche
crujiendo el alma tristemente vencida,
en el duelo flébil me persigue
y esta nieve de mis dedos funde.
Inclino mis ojos por siempre a la tierra,
porque tu voz serena de árbol tierno
no despunta ya mis ramas en los atardeceres.
Seré bancal árido de miseria fracasada,
yacerá mi boca como un hosco lago,
y nada enturbiará lo que en mi pecho late
pues sólo de tu voz tuve amor en mi lóbrega vida.