Cont.
Para Federico se estrecha el cerco de la desdicha
y aleja de él los años en los que la mirada tierna
y complaciente se erigía sobre cualquier desánimo.
Son pocos años aún los transcurridos y de ellos
guarda memoria suficiente como para saber cómo
estar alegre a veces. Añora los versos ligeros
y cantarines de su juventud; también momentos
poéticos sencillos como los que inspiraban estas
palabras escritas en 1920:
CANCIÓN NOVÍSIMA DE LOS GATOS
Mi mefistófeles casero
está tumbado al sol.
Es un gato elegante
con gesto de león,
bien educado y bueno,
si bien algo burlón.
Es muy músico, entiende
a Debussy, mas no
le gusta Beethoven.
Mi gato paseó
de noche en el teclado,
¡Oh qué satisfacción
de su alma! Debussy
fue un gato filarmónico
en su vida anterior.
Este genial francés
comprendió la belleza
del acorde gatuno
sobre el teclado. Son
acordes modernos
de agua turbia, de sombra.
Irritan al burgués.
¡Admirable misión!
Francia admira a los gatos.
Verlaine fue casi un gato
feo y semicatólico,
huraño y juguetón,
que mayaba celeste
a una luna invisible,
lamido por las moscas
y quemado de alcohol.
Francia quiere a los gatos
como España al torero.
Como Rusia a la noche,
como China al dragón.
Este gran gato mío
arzobispal y bello
se duerme con la nana
sepulcral del reloj.
¿Qué le importan los senos
del negro Eclesiastés,
ni los sabios consejos
del viejo Salomón?
Duerme tú, gato mío,
como un dios perezoso,
mientras que yo suspiro
por algo que voló.
El bello Pecopian
se sonríe en mi espejo,
de calavera tiene
su sonrisa expresión.
Duerme tú santamente
mientras toco el piano,
este monstruo con dientes
de nieve y de carbón.
Y tú, gato de rico,
cumbre de la pereza,
entérate que hay gatos
vagabundos que son
mártires de los niños
que a pedradas los matan
y mueren como Sócrates
dándoles su perdón.
¡Oh gatos estupendos,
sed guasones y raros,
y tumbaos panza arriba
bañándoos en el sol!
.
Federico García Lorca.
(Variante de maullar.)