Todavía lloviznaba
cuando al caer la tarde
ella salió presurosa
con una lámpara de mano
en dirección hacia el mar.
Caminó, caminó y caminó
no le importaba que el camino
fuera barroso o suamposo,
ni que las piedras
estuvieran resbalosas
por la lama del invierno permanente,
al final la esperaba su gran amor…
su reunión clandestina,
en la calidez de una cabaña.