Y no ser cuerdas de sonora locura
que se arpegia universalmente
y empalaga jocosamente a todos;
muy poco dista
la locura de la cordura,
un abarcamiento de la placidez
una gota clandestina de veneno
un desatino pecoso del equilibrio
a lo mejor el beso macho de un aerolito
el grito arácnido de un albañil
la amistad mariguanera de un alcaloide
acaso la inocencia sin antifaz
los nudos metálicos del alquimista
los aquelarres plumíferos del ayuno
las atarrayas proselitistas del silencio
los bautismos cromados de la luz
el bumerán enamorado de la oscuridad,
acaso el óxido de las todas las dualidades
el azúcar erosivo de los precipicios
el juntarse mucho con poetas
el masticar anualmente ortigas rancias
tal vez licuar lluvias iracundas y claveles,
tartamudear idiomas antiguos
imaginar la redención de las almas
las estimulaciones secretas del cachemir
las fiestas extrañas de los diablos;
eventualmente todos ya estemos locos
tomando vino de cangrejo
como lobos con pestañina;
caminando un solo camino andamos,
nuestros sueños solo se saciaran
con la caída rumiante de los espejos,
y cuando seamos totalmente libres
será la hora sexual de la tragedia
nos amaremos de una buena vez,
nos entregaremos jubilosos
a las dulces y adolescentes tentaciones
de la advenediza bestia interior,
desnudaremos al fin el alma
para el tornasol de sus aguas.
JOHN WILLMER