César Pérez

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La televisión comercializa

mi alma desnuda, despues de las doce,

Da risa,

sus pies son dos plumas de gallina,

el tronco un amarillo y arrugado almohadón.

Su mano izquierda un lapíz,

la derecha un borrador,

lo que una hace la otra lo destruye.

En los ojos se ven en blanco y negro,

un par de luciérnagas dormidas,

la boca es la primera plana

de un periódico local y amarillista.

Nariz no tiene,

desde que los sentimientos se hicieron inodoros.

De su cerebro a mi cerebro

no hay demasiada diferencia,

es solo una lagrima agridulce,

como gota de limón y azúcar.

Anuncian que la pida por teléfono

a cualquier numero que empiece con ninguno.

Esto de la pornografía televisiva

me da asco

y prefiero escuchar como venden mi silencio

por la radio.