Eres como un cofre de atardeceres y silencios
que atraviesan mi alma con estruendosos vientos
que arrastran la incertidumbre de no encontrar
el camino de vuelta a tu corazón.
Como en una enredadera frugal,
quedé prisionera de mi deseo vítreo y dispuesto
a recorrer los caminos,
que por muy intrincados que sean,
habrían llevarme a ti.
Intuyo en lo que no me dices,
que toda la ilusión, no se esfumó
porque reconocí aquel nerviosismo de otrora,
cuando no sabías qué hacer o decir en mi presencia.
Casi escucho el revolotear de las mariposas en tu. vientre.
O será el mío?
Qué grandioso saber que esa magia es posible.
gracias a ese prodigio,
tan parecido al amor,
que ha germinado entre los dos.