Haz de luz que te cuelas por la persiana,
bailoteas entre las crudas cortinas,
trastabillas sobre el parquet.
Haz de luz que dibujas mi cara como un caleidoscopio
y despiertas a esos pájaros encerrados
en sus jaulas de sueños.
Sin un cuerpo, te deslizas frente al espejo en silencio
(con el apuro de las cosas a punto de encontrar su verdadero nombre)
y te abrazas a mi sopor, despabilándome como frías gotas.
Haz de luz, despiértalo también, que se hace tarde
y yo no puedo sacudir su hombro herido por mi reproche.
Sé que es injusto que te deje la tarea del verdugo;
yo iré a preparar café y a mirarte iluminar su rostro inexpresivo
desde lejos, prepararé mis pasos para seguirte el ritmo
y alejarme siete u ocho mundos
antes de que le obligues a abrir los ojos.