Te rindes ante el hambre de mañana
Cauterizando el filo de tu lengua por mi pecho.
Como cincelada por un tumulto de esperanzas
Vas, ¡bala hueca!, a reclamar mi desecho corazón.
Me roes con ávida paciencia de liebre,
Como si fuera un tallo, una verdad, alguna pena.
Me quemas como el agua del té, decolorándome
Y llevándote de mí las hebras de mi historia.
Ante el arcón de tus presagios, mi tacto ha abierto un orificio.
Tus pétalos de flor del abismo destilan el perfume penetrante
Que nos desdobla y nos ubica
Uno encima del otro como labios.
Mientras propago los quehaceres y el febril aguacero,
Tus ojos amazónicos celebran que todo vale.
Exhalas el gemido que contienes de rehén
Y te deshaces en la súplica
Y me deshaces entre tus piernas.
-raya y punto.