Los pilares se cierran, el enero llueve, y la gloria me espanta. Cuando los dioses observan, el agua fluye sin gracia y los volcanes rugen, y sigo aquí, en la tierra de nadie, observando el sol, los saltos, el viento áureo que baja del Edén, el amor de las golondrinas, los cantos de ayer.
No puedo llevar esto, no sigo estando en mi alma, no sigo oyendo las voces, solo muerte. Y la muerte nos lleva y nadie pudo hacer nada, y se desenvuelve sobre el mundo como amor. Grandes aquellos que permanecen en la gracia de la cascada que viene desde el exterior, que nos sorprende, que nos delata, que nos hiere de misericordia.