Andando por el sendero
Escabroso de la vida,
Con dolor en las heridas
Se detuvo el andariego.
Observó cuanto camino
Le quedaba por andar…
Y se escuchó el suplicar
De aquel hombre sin destino:
“Señor, a dónde te fuiste…
Yo quiero que me perdone.
Que la fe no me abandone
Y se me quite lo triste.
Sé que fue el anatema
Con el que vilmente pequé,
Que recojo lo que sembré
En esta esta dura condena.
Hoy mi vida se hace brecha
Marcada por el dolor...
Es muy duro, mi señor,
El fruto de mi cosecha.
Señor, tenga clemencia,
No seré más un pecador…
Prometo ser buen sembrador
Y escoger lo que se siembra”.