Observé un huevo blanco
que lucía como una perla
apoyado en una copa.
Al romper su frágil cáscara
vi deslizarse su clara viscosa
encima de su coraza.
Debajo de su clara transparente
contemplé la yema dorada
que relucía como un sol.
Me sentía inspirada por el huevo
en un ambiente relajado
de una cocina.
Este fué mi primer poema que escribí cuando era niña observando un huevo en una cocina.