Pronunciás las palabras constantes,
La regla rota escondida para que el circo continúe,
Aquel nombre que horadaste de tanto acariciar la madrugada.
Te exaltás de vos mismo, encrucijándote a bandadas las muñecas.
Yo, o cualquier odisea, o cualquier infierno que prefieras a mí,
Me da lo mismo; pintan vestidas las ánimas porque desnudas
Destemplan. Esas notas que trepan queriendo acariciar el sol.
Sumergite, transeúnte invocado
A esta conjunción de astros y cartas y botellas al mar,
A este reflejo en el agua que supo tu voz antes de que la tuvieras.
¡Cuántos huesos crujen como leyéndonos los futuros!
Mis manos envejecen si te ausentás.
Este augurio me ahoga hondamente en la línea
Que no terminaste antes de medianoche
Y quedó blanca, en la mesa, tiritando sin nariz.
Te mosqueás apenas, como aludido por un espectro,
Y levantas una ceja, elidido de la humanidad.