Cuando tu brisa entra hasta mi boca,
y tus suspiros ascienden y descienden
como un puño de espejos
quebrándose de amor.
Ay, mis labios, empapados de ti
son el trofeo secreto de la noche.
Cuando bebo las insaciables
riveras de tu cuerpo,
sumergidas entre la vaguedad
perfecta de la aurora:
¡Ah frontera de nieblas
que asedia nuestros cuerpos!
Es entonces que irrumpen
desde la sombra
las quimeras desnudas de tus piernas.
Y es cuando surge en mí
este antiguo ritual arrebatado de lunas
y lenguas de penumbras…
Porque en mi boca estás naciendo
indefenso del todo, para mí.