El viento recoge y dispersa
el mundanal ruido.
Poco a poco, la plaza se llena de casetas.
Peroles aquí y allá, cocinas ambulantes,
fumarolas que impregnan el ambiente
de apetitosos aromas...
papas y yuca frita...
pastelitos de perro...pupusas...
carne asada y pollo.
Sendos aparatos de sonido
replican escandalosas rancheras,
merengues pegajosos
y el desagradable reggaetón
con su contenido triple equis,
en una infernal algarabía.
La marimba en cambio,
siempre es un festín para el oído.
Época de feria.
Olvidados quedan los ritos religiosos.
Las tímidas procesiones,
intentan hacer notoria a la Virgen Patrona de La Candelaria
y a los Santos de la Iglesia
cargados sobre los hombros de los fieles.
Los \"cuetes\" de vara
haciendo el ssssszzzzz... clap!.... clap!....
y el travieso torofuego
sacando adrenalina
de pirómanos grandes y chicos.
Las chicas con sus zapatos de moda y espigadas piernas
recorren las caĺles como en pasarela.
Las viejas hurgan con los ojos
los mil y un accesorios multicolores
dispuestos al azar en las improvisadas
tiendas callejeras.
Los niños correteando al descuido de sus madres
implorando \"pisto\" para \"chucherías\".
Y los hombres en la búsqueda eterna
de la rubia bien fría,
que nunca es suficiente
sino hasta que el estupor del alcohol
bloquea los sentidos.
Un escenario diligentemente estructurado
intenta ganar protagonismo
para exhibir los actos culturales
y el pueblo espera con curiosidad
el desenlace de los reinados de fantasía.
No queda mucho del alboroto.
Los bolsillos vacíos.
Las calles sucias.
La esperanza fallida,
por una economía decadente.
Pero el pueblo espera feria,
los días gélidos de un febrero loco.
Escape de la realidad...
y cada loco con su tema.