Clima confuso.
Indeciso entre calor sofocante, infernal,
densos nubarrones con \"promesa de lluvia\",
vientecillos frescos para desengavetar abrigos
y esporádicas lluvias esperanzadoras,
regalos todos del Jefe Supremo.
Suficiente variedad para provocar
el atisbo de tímidas florecillas primaverales.
¡Explosión de color!
La efímera floración del cortés
hace su aparición espectacular
en dispersas manchas amarillas,
visibles a lo largo de la carretera,
despertando el ojo distraído
del letargo polvoriento y la modorra del verano.
Los tonos naranja de los lirios
que han tenido sus bulbos
dormitando perezosamente, imperceptibles,
sepultados aquí y allá,
esperando como Cristos, la resurrección.
Los blancos azahares de los jazmines y las gardenias,
fragantes rosas,
escandalosos geranios,
y los fogosos amores
de gatos, perros y pájaros
en el afán de perpetuar su especie,
inundan el ambiente
de sentimiento y algarabía primaveral.
La Semana Santa, tempranera,
con su ambigüedad de motivos,
idílicamente, época de recogimiento espiritual,
la Pasión de Cristo representada en los Días Grandes,
procesiones,
Via Crucis,
alfombras de aserrín elementales,
recordatorios que penosamente se ven opacados
y diluido el fervor religioso,
por entusiasmo de verano, sol, playa y ocio.
Treinta y un días de un marzo sofocante,
testigo de la Vida,
de la Muerte
y de la Resurrección.