La incertidumbre, el vicio por guardián,
seduciendo la flor al entrecejo
y el amor invisible que no dejo:
voy besando en mi mano un tulipán.
Y el vino añejo está de sed, vacío,
por entonces la sombra me abandona
junto con el ensueño y el encanto.
La residencia, mismo camposanto,
el vino ya libado descorona
la locura del llanto que es lo mío.