Sara Lebrel

Te haré el humor

Nos llovimos tanto,

que la sequía se volvió bonita.

Sobre todo, en tu boca,

que se empeñaba en buscar la mía

para sobrevivir.

Bebiste tanto de mi garganta,

que me robaste hasta la saliva

que tenía reservada

para ahogarte.

Y granicé contra tu pecho

aquella madrugada en la que hicimos el amor

despertando edificios.

Después, me dijiste:

“te haré el humor hasta llegar al orgasmo todas las noches”.

Y desde entonces, no bajo de tu clavícula.

Ahora, la vida sigue siendo eso.

Un cúmulo de felicidad al alcance de todos los cuerpos

de la ciudad, que se niegan a ser felices.

Has desordenado mi vida hasta el punto de no conocerme

por las mañanas, cuando me levanto y sonrío.

Y sé que el monstruo de mi armario es un poco más pequeño.

Helamos contra el capó de tu coche,

que más de una vez nos oyó gemir.

No dejes que se lleven nunca más mi felicidad,

guárdame en cualquier cajón de esos

que abres cuando lloras

y sonríe al verme

y mi granizo se derretirá

como todas las noches.