— ¿Soy el amor de tu vida, poeta? ¿Crees que amaste a otra de igual manera? ¿Crees que amarás a otra si yo me fuera?
Me miras indecisa, con una sombra en tu mirada, y con una insinuación de tristeza que nubla el aire que nos rodea.
Muchas preguntas, infinitas respuestas. Mil imágenes vienen y van por mi cabeza: \"amores\" muchos, amor que me invadió, desde que tenía noción de mi existencia.
Mi madre, mi primer amor... ¿Quién no amó a su madre? ¿Quién no sintió un amor infinito e incondicional hacia ella en su niñez entera? Ahí está ella, atareada como siempre: la cocina, el lavado, el planchado, y preparando las clases que dictará al siguiente día en la escuela. Y siempre, siempre se da un tiempo para calmar nuestros temores, para ayudarnos con la tarea, y para cobijar nuestros sueños, mientras ella acaricia nuestra pequeña cabeza...
Suspiro profundamente, mientras otra imagen viene a mi cabeza:
Mi primer amor de la infancia: Fue toda una mágica quimera. Sueños maravillosos de una realidad inventada, de roces de manos a escondidas, de charlas infinitas sentados en la acera, de \"besos\" furtivos, a escondidas, y de risas de alegría, risas de felicidad, que aún perduran en mi cabeza. Sensaciones y emociones de un amor infantil, de inocencia y de magia, de duración pasajera, pero que siempre hará que sonría, mi vida entera.
Otra vez suspiro, y sonrío, y mi sonrisa se hace inmensa, casi de oreja a oreja...
No hay nada que supere a la sensación única de tener a tus hijos en brazos por vez primera. No hay nada que supere a la felicidad cuando unas tiernas manitas se aferran a ti, y una suave vocecita te dice : pa... pa... No hay nada que supere a eso. Y sabes que amarás a esas pequeñas criaturas tu vida entera. Y que darás tu vida entera por ellas. Y sonreirás, y llorarás con ellas, y no desmayarás nunca, mientras dependa de ti, su felicidad, y su destino sobre esta tierra...
Me abrazas. Siento tu aliento embriagante, y luego me besas. Aspiro profundamente el mágico aroma de tu espléndida cabellera. Me aferro con firmeza a ti, y me entrego al dulce abismo de felicidad que nos rodea...
Luego de un instante eterno, te alejas un poco, y sonriendo coqueta, me preguntas:
— ¿Bajaste ya de tu nube, poeta? ¿Tienes para mí alguna respuesta?
Sonrío. Siempre haces que sonría, mi pequeña traviesa.
— ¿Qué quieres que te diga, mi musa eterna? ¿Que te amo como no amé a nadie jamás sobre la tierra? ¿Que moriría de soledad si me dejas? ¿Que si amarte fuera pecado, gustoso ardería por ti en el infierno la eternidad entera? Sabes eso, y es más, sabes que soy tu amo y esclavo a voluntad, y que soy feliz que asi sea... Ahora, dame un beso más, y que no importe si esto es o no es amor, ya que somos felices los dos, y podemos compartir nuestra felicidad, con la creación entera...