A. Martinez

La Soledad.

La soledad
se me abraza al pecho,
para ello utiliza
la mitad de tú cabello.

Va mordiéndome la oreja
el silencio,
la calma que no quiero
se sienta a la mesa,
desayuna conmigo,
toma café
y me despeina.

Es rudo el día,
pasa raspándome
las manos,
decolorándome
los ojos
y la ropa,
desgastando
los filos de la risa.

Suena la alarma,
debo levantarme
y no sé para qué;
igual me levanto
pero quedándome
en la cama,
pegado al sueño
donde te besaba,
donde tus manos
volaban,
entregándome palabras,
y tus ojos, negros,
se escondían en los mios.

Otro día,
u otra noche,
no me importa saber,
el reloj es sólo un hueco vacío,
un país no cartografiado
cuando tu presencia
está llena de ausencia.