I
Ave rapaz y nocturna,
Plumaje sutil y mirada hierática.
Posado en los confines de un abismo,
Con un único apoyo; una rama.
Ensimismado en meditación tenue pero intensa
Inmerso en pensamientos subrepticios
Viajaba a través de su conciencia
Tratando de hallar indicios.
¿Indicios?
Si, indicios.
Indicios de un ser maravilloso.
De altiva presencia
Gallarda lisura,
Mirada apacible y a la vez perversa
Aura inigualable,
Que al solo estar cerca
Provoca premura.
Miraba hacia el cielo
Buscando evidencias.
Giraba su cuello con incertidumbre.
Bóveda celeste
Infinita e inmensa,
Suscitaba en el estrígido
Impotencia y pensamientos lúgubres.
Batía las alas con cierta rudeza
Se exasperaba en desmesura,
Rendido bajo la cabeza
Mientras musitaba – estoy perdiendo la cordura-.
Al borde de la fatiga
Ya casi, sin fuerzas
En un último intento
Por no perder la cabeza,
Dirigió su visión al firmamento
Para buscar como aguja en un pajar
A aquel ángel, que al contemplar
Lo embelesa
Tanto que sus heridas se suelen curar.
Meditación momentánea
Trajo consigo alegría y destello en su máximo esplendor,
Se iluminaron las puertas de su alma
Surgía fuego de su corazón.
La causa
Encontró al protagonista de su mundo onírico en las nubes
Al ser celestial que le da luz y unción.
Polos opuestos
Mortal e inmortal
Se miraron
Se amaron con la visión
El búho sin pensarlo dos veces
Voló a su encuentro
¿Qué lo impulso?
La fuerza que todo lo puede
La fuerza
Del amor…
II
Y ahí yacían
En un lecho de cristales suspendidos,
Estela que dispersa toda luz visible
Consecuente con formas de difícil comprensión.
Se observaron y sonrieron
Sus miradas intercambiaban pasión, alegría y deseo,
Atisbaban recíprocamente
A Morfeo
Quizá porque era consciente
De su oculta y fervorosa exaltación.
Se cubrieron con sus alas
Se lanzaron al vacio,
Desplomaron en el fragoso terreno
Que separa al mundo de los santos y los impíos.
En compases de silencio
Sus almas Entonaron y bailaron,
Al ritmo del empíreo
De los astros y los nimbos.
Revoloteaban sin cesar
Sin rumbo fijo
Sin pesar.
A merced del viento
Se dejaban llevar,
Sinónimos de las hojas
Que en los Céfiros
Suelen navegar.
Sus esencias se fusionaron
Sus espíritus homogenizaron,
Dualidad natural y perfecta
Ínfima posibilidad ocurrió,
El nirvana se logro
El paraíso sus puertas abrió.
Éxtasis divino e incomprendido
Leyes, estatutos, códigos…
Todo
Absolutamente todo,
Estaba siendo fugaz y sagazmente
Infringido.
Tonadas fueron marcadas por sus cuerpos
Con pulcritud y perfección eterna,
Mientras sus entrañas plácidamente
Seguían el compas,
De aquella romanza etérea.
Solo sentir, solo mirar,
Nada de hablar.
Sonrisas, sonidos y gestos Beatíficos
Acaecían como elixir,
Que otorga tranquilidad y pureza
En circunstancias de índole critico.
El lenguaje de los cuerpos
Se sucedía,
Empero
No imperaba.
Reinaba el lenguaje común y vital
Aquel que nos descalabra,
Aquel al que solo la conciencia
Supera en poder
Aquel que todo el mundo cree hablar
Y casi nadie habla.
Lenguaje universal
Misterioso de origen y procedencia,
Lenguaje reciproco y dual
Que eleva y otorga libertad plena.
Génesis de los lenguajes
Energía pura que causa temblor,
Se apodera de nosotros
Disipa todo temor,
Causalidad del diseño
Energía que nos guía al supremo
Nos fortalece y aleja
de toda represión.
Simplemente
Se comunicaban y unían
A través
Del Único de los lenguajes
El lenguaje
Del Amor.