Quisiera terminar este poema con un final feliz,
hasta aquí, hubo sobre todo penas y algún
afortunado desliz.
Ocurre siempre que es en primavera, cuando
mejor se ocultan las ausencias de los que se
fueron con sus tristes o alegres presencias.
Tendré que agradecer a las flores que
acompañan a lo que vive y a lo que muere.
La muerte sin flores es más muerte, pero
anoche tuvimos un invitado, no era ningún
humano, estaba helado, había buscado
refugio en un hueco de la celosía de ladrillos,
se había mojado y no pudo remontar el vuelo,
mis hijas le buscaron alimento y tan pronto
se sintió fuerte abrió las alas y retrasó su muerte,
era solo un polluelo, un grano de arena en el reloj
de la vida, tan necesario como la flor para la pena.
Así es la primavera, caprichosa, llueve cuando
menos se espera y al pájaro en su vuelo inicial se
desorienta y desespera.