Continuación al tema de ayer
Camino hacia París comparte trayecto con aquel
estudiante que había conocido en la Residencia
de Estudiantes, Cummings. Éste recuerda unas
palabras de...
... Federico expresadas en ese mismo momento:
\"Le pregunté qué significaba realmente la vida para
él. Su respuesta fue sencilla: \"Felipe, la vida es la
risa entre un rosario de muertes. Es mirar más
allá del rebuznador hombre hasta el amor que re-
side en el corazón de la gente. Es ser el viento y
rizarse las aguas del arroyo. Es venir de ningún
sitio e irse a ningún sitio y estar en todas partes
rodeado de lágrimas\". \"
En París se divierte Federico esquivando, en la
visita al Louvre, la mirada de la Gioconda. Una
vez en Londres, visita en Oxford al matrimonio
Madariaga, quienes le ofrecen una cálida acogida
en su casa, a la que acude una hispanista, amiga
de don Fernando de los Ríos, Helen Grant, quien
recuerda la velada con la mirada conmovida de
quien vio en esos momentos al poeta: \"... Mientras
los otros hablaban, en general, creo, de política,
observaba yo a Federico de cerca. Superficialmente
parecía animado, hasta alegre, pero lo que más me
llamó la atención fue el aspecto triste de los ojos, la
especie de tristeza que se ve en los ojos de los ani-
males... una especie de elemental angustia por la
naturaleza de las cosas. Ahora sé que Lorca atravesa-
ba entonces un período muy difícil, lo que se aprecia
oblicuamente en los primeros poemas de Poeta en
Nueva York.\"
Uno de los poemas que escribió durante su estancia
en Nueva York lo atestigua: en él podemos descubrir,
entre la dificultad del lenguaje, la gran pasión del poe-
ta por la vida y el padecimiento constante de sus anhe-
los amorosos, convertidos en vacío, en hueco:
NOCTURNO DEL HUECO
Para ver que todo se ha ido
dame tu mudo hueco ¡amor mío!
Donde el cielo agrupa en silencio
sus cabañas abandonadas.
¡Para ver que todo se ha ido!
Aquí cantan los huecos de mañana
con los huecos de ayer sobre mis manos,
dos sapos de ceniza, dos rumores
de mi apariencia que mana y borbotea.
(Dentro de ti, amor mío, por tu carne
¡qué silencio de trenes boca arriba!
¡cuánto brazo de momia florecido!
¡qué cielo sin salida!, ¡amor!, ¡qué cielo!)
.
Continuará
-
Mañana el resto del poema