Una madre llevaba
un hijo en su vientre
y un maternal ambiente
feliz disfrutaba.
En cuerpo y alma
hizo sacrificios
usando artificios
para lograr su hazaña.
Una mañana
comenzó el suplicio,
como árbol en precipicio
en pleno aguacero
que afloja el terreno
y lo lanza al abismo.
Luego el cataclismo
del dolor de ausencia
por la maternal esencia
de aquella mujer,
que sintió perecer
en sus entrañas
el fruto que germinaba
y no pudo nacer.
con ese dolor tan cruel
le queda la satisfacción
del caudal de amor
y delicada ternura
que brindó a la criatura
que al cielo subió.
Ella de madre se graduó
en la escuela del sufrimiento,
ya se sabrá con el tiempo
los designios de Dios.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo, Venezuela