Una piedra-herida, abierta por el filo mutilante de la luna, un cuervo destellado en la caverna, una negrura insostenible que avanza por tu vestido también negro, mujer, estás desnuda y eres muerte pero aún perdura vida tras tus cuencas y orbitas taladreadas por las aves de carroña, en la insondable penumbra estás viva aún deseándote ser-llama llamándote a través de un profundo espejo, habitándote a través de una onda de-forma sublime queriéndote externa, queriéndote trofeo te fundes en una costa de rostros desrasgados, reventando en la carne de tórridas arenas, en el punto ciego te veo, de negro mujer, te veo desnuda, marcando tendencia suicida, descuidada, buscándote como si fueras aun niña como si no te hubieras parido a ti misma hace unos cuarenta años antes de mi nacimiento, empujándote desde un templo al abismo. y tienes miedo, y nosotros también pero no temblamos frente al vacío, sino entre multitudes de nosotros mismos, querida tenemos un tiempo entre las hojas podridas, germinando tumbas o frutos. ¿Pero qué es el tiempo para un muerto sino un juego de niños? ¿pero qué es el tiempo para quién ya conoce nuestro futuro quizás, destino?. Te corro en el velo túpido tras la líneas que ocultan vida y recorro la fila de tu vanguardia, la recorro aun después de haber perdido horizontes y batallas, y te dedico el silbido de mis goznes y el aullido, esta noche mi luna sangra y esta canción de cuna calma el amor de tus ruinas despegadas, del cielo y del tiempo, en el lugar-que-jamás-será y la en la que no esperas otras iluminaciones que la pulsación profusa y cristalina en los zonas-bajas o afluentes entre silencios, va para que me recuerdes en el día en el que haya también muerto, -yo te recuerdo como si no te hubieras entregado al castigo o la salvación de desfragmentarte- en la espesidad fluctuante, que atrae y disuelve.