César Pérez

Encuentro

I

Me despierta tu risa

en la ciudad vecina,

eres polvo de luz, omnipresente.

El ruido de la falda por tus piernas,

del sol por las colinas.

Amanece y el rito de amarte se comienza,

como para hacer un madrigal para tu ausencia.

Son las primicias del deseo,

te siento, te respiro,

es el inicio del inicio,

como para llorar por lo que no ha ocurrido,

por lo menos mis ojos has abierto a lontananza

con la simple magia de un suspiro.

 

II

Es de tarde,

llueves en mi ventana,

salgo a la calle,

me mojo de ti la cara,

te escurres entre mi cuerpo

y me limpias el alma,

eres la gota fria

y la tierra mojada.

Los niños jugando lodo,

mis manos tocando tu agua.

Desciendes de mi cuerpo

haciendo un lago en mi calle

donde mis locuras nadan.

Mas te abandonas al sol

y te conviertes en nada,

otra vez solo, sin ti,

y de ti mi alma empapada.

 

III

Por fin entraba tu noche en mis oídos,

música de Beethoven, Bach, palomas

y el silencio por alli escondido.

Tenías un tenue olor a rosas

me vibraba su color,

una suave combinación entre labios y aroma.

Temía tanto a tu suicidio,

eras lo ultimo, mi noche,

lo demás seria ayer,

extasiado veía estrellas escapando

por los poros de tu piel.

Fuiste mi naturaleza,

mujer fuego, sentimientos vivos,

tus manos hurgando en mi espalda

provocando vientos tibios.

Nadie hizo lo que tu,

nadaste en el asfalto

y en el aire, y en mi cuerpo,

en aquel mar divagante

(olas y sudor).

Busqué mi faro

que era la luz artificial

del sexo con disfraz de amor.

El espejo del río me dijo

que era una especie de hombre ángel.

Sentí en mi espalda un par de alas,

era inmortal por esa noche,

con mi amada volándome las bardas.

Llegué a contar mil voces,

besos, brazos,

brisas de mi cuerpo con tus roces.

 

IV

Ángeles caídos que se elevan,

piden perdón a Dios.

Dios los perdona y les da vida,

una luna eclipsada por tu risa

y un poste con luz artificial

en una esquina.